Durante el
siglo XVIII se experimentó el prestigio de la ciencia apoyado por el
liberalismo económico y político, ejerciendo así un efecto
inmensamente estimulante sobre todas las formas de estudio e investigación
científica; los adelantos
tecnológicos que resultaban de esos estudios eran esenciales para el mantenimiento del capitalismo; aunque los
dogmas teológicos seguían siendo útiles para el control y la disciplina de las
masas, los avances tecnológicos obligó a las autoridades teológicas a mantenerse
a la defensiva. Hasta que, en 1859, Charles Darwin dio la explicación materialista del origen de las
especies y destruyó la autoridad de los teólogos en el dominio de las ciencias
de la vida.
Pero cabe recordar que anteriormente a Darwin ya se habían realizado estudios respecto a temas discrepantes con el génesis bíblico, promovidos por hombres de ciencia importantes como James Hutton, Georges Buffón, Charles Lyell y Jean Baptista Lamarck.
Pero cabe recordar que anteriormente a Darwin ya se habían realizado estudios respecto a temas discrepantes con el génesis bíblico, promovidos por hombres de ciencia importantes como James Hutton, Georges Buffón, Charles Lyell y Jean Baptista Lamarck.
¿Pero como se explica que Darwin tuviera el éxito que no pudo conseguir Lamarck respecto a la teoría de la evolución? Parece que una de las
razones fue la fase más avanzada del capitalismo en la que Darwin tuvo la suerte de escribir. Además, en el
intervalo entre Lamarck y Darwin, bajo el estímulo de los continuos avances
científicos, de un modo callado se había ido fortaleciendo considerablemente
una visión laica del mundo. Aunque en parte la revolución política la
obligó a pasar a la clandestinidad, escondida aguardaba la primera oportunidad
posible para salir a la luz y continuar la tarea que Galileo había comenzado.
Por otro lado, Darwin se encontraba en un periodo de progreso científico y de enfrentamiento entre la teología y la ciencia sobre la edad de la tierra, que contribuyó a despejar su camino, en cambio Lamarck había tenido que luchar contra los teólogos no sólo en la cuestión de la evolución orgánica, sino también en la cuestión de la evolución geológica.
Por otro lado, Darwin se encontraba en un periodo de progreso científico y de enfrentamiento entre la teología y la ciencia sobre la edad de la tierra, que contribuyó a despejar su camino, en cambio Lamarck había tenido que luchar contra los teólogos no sólo en la cuestión de la evolución orgánica, sino también en la cuestión de la evolución geológica.
Durante la
mayor parte del siglo XVIII la incipiente disciplina geológica languideció bajo
la tutela de la autoridad de la Biblia. Una gran parte del esfuerzo de los
estudiosos se consagró a probar que el Génesis y los estratos de la
Tierra contaban una misma historia. Los fósiles de animales extintos no
planteaban problema: simplemente probaban que no todas las criaturas
antediluvianas habían conseguido refugiarse en el arca de Noé.
James Hutton,
el fundador de la llamada escuela vulcanista,
representó la primera refutación a la biblia, rechazaba la explicación de la
escuela neptunista inspiradas en la narración bíblica, que sostenía que todas las
rocas de la Tierra se habían precipitado de una solución marina en varios
estadios bien definidos que correspondían a los estadios de la creación y que
desde entonces habían ocupado su lugar fijo en los correspondientes estratos
geológicos. Hutton, por su parte, eludió por completo el tema de la creación e
intentó interpretar los rasgos geomorfológicos en función de los efectos
acumulativos de los procesos naturales físico-químicos, tales como el calor, la
presión y las varias formas de acción de la intemperie. En lo tocante a la edad
de la Tierra, las implicaciones de esta interpretación de Hutton resultaban
heréticas, ya que lo que hasta entonces se había atribuido a la acción de
cataclismos instantáneos pasaba a presentarse como el efecto paciente de
fuerzas relativamente pequeñas que actuaban a lo largo de dilatados periodos de
tiempo.
Es
importante señalar que las ideas de James Hutton tuvieron ya un precedente en el siglo XVIII
en una serie de hipótesis más osadas, aunque geológicamente menos documentadas: Georges Buffón, inspirándose en Gottfried Leibniz, había realizado incluso una
serie de experimentos con bolas de hierro calientes en un intento de fechar el
origen de la Tierra. Partiendo de la suposición de que originariamente
la Tierra había sido una masa fundida, Buffón trató de calcular el tiempo que habría necesitado para enfriarse
hasta su temperatura actual. En su obra Épocas de la naturaleza llegó a la
conclusión de que habían transcurrido como mínimo setenta y cinco mil años,
pero por respeto a la narración bíblica se abstuvo deliberadamente de dar las
fechas máximas.
La hipótesis
de Lamarck de que la Tierra tenía varios miles de millones de años de
existencia fue recibida todavía con más desprecio que su idea
de que los hombres descendían de los peces. El propio Lamarck consideraba que
el principal obstáculo que se oponía a la aceptación de su idea de una
evolución orgánica era la resistencia con que tropezaba la cronología larga. Los
defensores de la cronología bíblica recurrieron a la doctrina del catástrofismo,
con su serie de destrucciones milagrosas y de creaciones, a fin de salvar la
historia bíblica. Sólo a partir de 1820, la exigencia de los vulcanistas de una
ampliación de la cronología comenzó a ser considerada respetable por los
geólogos. Pero incluso entonces la geología continuó manteniéndose en una
postura extremadamente conservadora ante la versión mosaica del origen del hombre.
Fue en este contexto histórico y con la ayuda de las investigaciones realizadas por sus antecesores que surgen en el plano científico Herbert Spencer y Charles Darwin que decidieron investigar y encontrar las leyes universales del desarrollo y comprobar que la naturaleza humana era producto de la evolución biológica, planteando la ideología del progreso a través de la lucha.
Fue en este contexto histórico y con la ayuda de las investigaciones realizadas por sus antecesores que surgen en el plano científico Herbert Spencer y Charles Darwin que decidieron investigar y encontrar las leyes universales del desarrollo y comprobar que la naturaleza humana era producto de la evolución biológica, planteando la ideología del progreso a través de la lucha.
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