En Alemania fue el filósofo Georg W. F. Hegel quien asumió la tarea de adaptar la herencia idealista de la Ilustración al medio social posterior a Napoleón. Aunque Comte consideraba a Hegel como un representante de la fase metafísica del pensamiento, la principal influencia de estos dos hombres fue reforzar las versiones idealistas del determinismo sociocultural.
Retrospectivamente, Comte no parece mucho menos metafísico que Hegel. Tanto los positivistas como los hegelianos veían en la historia el desarrollo de ideas que, por razones en un caso inexplicadas y en el otro ininteligibles, seguían un curso predeterminado. Pero en Hegel la concepción del papel que en la historia del mundo corresponde a los acontecimientos espirituales es a la vez más grandilocuente, más oscura y más antropocéntrica que en Comte. "La historia del mundo -afirma Hegel- comienza con su plan general, la realización de la idea del espíritu".
Como sus predecesores de la Ilustración, Hegel pensaba que esos procesos producen mejores estados de existencia en una sucesión progresiva, caracterizada en los asuntos humanos por un mayor y más perfecto uso de la razón. Por la razón, no sólo el hombre sino también el Espíritu del Mundo, alcanzan su Libertad. Así, "la historia del mundo no es otra cosa que el progreso de la conciencia de la libertad".
La mayor parte de la filosofía de Hegel es una ruina sin valor, aunque se sigue aún estudiándola seriamente. Entre los marxistas, la filosofía de Hegel se sigue considerando como una venerable aproximación al materialismo dialéctico. Este título de honor le fue otorgado por los propios Marx y Engels, que se definían a sí mismos como hegelianos. Marx, como los jóvenes intelectuales alemanes de su generación, estudia el sistema hegeliano, el más claro y riguroso de los materialistas culturales del siglo XIX no llegó nunca a rechazar las ideas metafísicas que habían cimentado la fama de Hegel.
Como sus predecesores de la Ilustración, Hegel concebía el mundo en términos de una corriente evolucionista progresiva. Mas al evolucionismo de su tiempo él le añadió una noción peculiar: la de que las entidades o los acontecimientos sólo se pueden comprender o, lo que es lo mismo, sólo pueden existir en virtud de su oposición, contradicción o negación. Esta es la base epistemológica de la famosa dialéctica hegeliana.
El mundo consiste en entidades en relación dialéctica con sus ideas opuestas, contradictorias o negativas. La tensión entre los opuestos refleja la actuación evolutiva del espíritu del mundo. A partir de la "negación de la negación" evoluciona una nueva entidad o un nuevo estado de existencia que a su vez sólo tiene sentido en su relación con sus contradictorios componentes. Como lo explica Herbert Marcuse: La dialéctica es el proceso en el mundo en el que el modo de existencia de los hombres y de las cosas está hecho de relaciones contradictorias, de forma que cualquier contenido particular sólo puede descarrillarse pasando a través de su opuesto. Este último es una parte integrante del primero, y el contenido de todo es la totalidad de las relaciones contradictorias implicadas en él. A medida que las cosas pasan a través de sus opuestos se van haciendo progresivamente mejores o se van aproximando a su forma ideal. Según Hegel, es una necesidad de la naturaleza.
No existe ninguna prueba empírica en apoyo de la afirmación de que la evolución de las formas está obligada necesariamente a pasar a través de una serie de estadios opuestos o contradictorios. El esfuerzo de Hegel por presentar el curso de la evolución del mundo como una espiral ascendente de negaciones sucesivas es el resultado de la sugestión de la magia de las palabras y de los números.
Max Dühring sostenía que la dialéctica hegeliana es un ejemplo más de la fijación cabalística en el número tres, que es tan conspicua de la cultura occidental. A la tesis, antítesis y síntesis de la dialéctica habría que reservarles un puesto junto a otras santísimas trinidades, como la del Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo de los católicos, o las del id, ego y super-ego de los psicoanalistas, o de los estadios teológico, metafísico y positivo de los positivistas o, por qué no, la del salvajismo, la barbarie y la civilización de los antropólogos.
Si el proceso evolutivo del mundo da ejemplos de la dialéctica de la negación, lo hace sólo en virtud de la inexistencia de normas útiles para distinguir entre los cambios negativos y los positivos. Como evolución significa transformación, o diferenciación, siempre será posible, dada la ausencia de criterios precisos, declarar que cada producto de la evolución es la negación de alguna situación anterior.
Basándose en esto, Engels trató de defender a Marx y a la dialéctica hegeliana contra los ataques de Dühring. "¿Qué es esa temible negación de la negación que le amarga tanto la vida a Dühríng y que para él comete el mismo imperdonable crimen que para los cristianos es el pecado contra el Espíritu Santo?, se pregunta Engels. Y contesta: «Un proceso muy simple que se produce en todas partes y todos los días, un proceso que hasta un niño puede entender en cuanto se le despoja del velo de misterio en que lo había envuelto la vieja filosofía idealista". Engels pasa enseguida a dar algunos ejemplos sencillos de negación de la negación. Así, los granos de cebada quedan negados cuando la semilla genuina y la planta crece. Luego, la planta florece y produce más semillas; "Como resultado de la negación de la negación tenemos una vez más el grano original de cebada, pero ahora no una sola unidad, sino diez, veinte o treinta veces más." y este cambio cuantitativo va acompañado de cambios cualitativos que son demasiado lentos para que se les perciba. Mas si tomamos una planta ornamental artificialmente cultivada, una orquídea, y si tratamos la semilla de la planta que crece de ella como el jardinero lo hace, el resultado de esta negación de la negación no son sólo más semillas, sino también semillas mejores, que producen flores más bellas, y cada nueva repetición de este proceso, cada repetida negación de la negación, acrecerá esa mejora. En estos ejemplos, la descripción de los procesos evolutivos implicados como la negación de la negación no añade nada a nuestro conocimiento del modo en que esas transformaciones se han producido. Más bien se trata de una mera analogía poética que le permite a uno afirmar que lo que ocurre en el desarrollo de un embrión, o en el curso de la selección natural, es una «negación». Lo que todos los procesos evolutivos tienen en común no es la «negación» de formas anteriores, sino simplemente su transformación.
Para que una serie evolutiva se reconozca como tal debe salvarse cierta conexión entre las formas anteriores y las posteriores. Con el tiempo, el producto final de la serie puede no presentar una semejanza fácil de determinar con las formas iniciales, mas, sin embargo, no hay pruebas empíricas que justifiquen la suposición de que cada serie evolutiva, por muy larga que sea tenga inevitablemente que incluir- cambios drásticos. Y desde luego en las series cortas, tales como la aparición de especies en la evolución biológica, resulta difícil ver en las formas que emergen «negaciones» de las que las precedieron. Naturalmente, nadie puede impedir a un hegeliano que llame al homo sapiens la negación del homo neanderthal, pero una maniobra semántica como ésa no arroja luz alguna sobre las condiciones que fueron responsables de la evolución de los tipos humanos modernos o que Marx y Engels decidan que la aparición de la propiedad privada de la tierra es la negación de la propiedad común primitiva, y la propiedad común socialista es la negación de la negación, solo muestra la futilidad del idealismo dialéctico de Hegel que sus propios esfuerzos por interpretar la historia.
Hegel sostuvo que la grandeza personal se basa en la conjunción del genio individual con un desarrollo cultural apropiado, esto es, que el gran hombre era el agente de la historia. Mas John Millar y Adam Ferguson habían propuesto ya doctrinas similares y sin nieblas metafísicas. Igualmente difícil sería defender a Hegel por su evolucionismo sociocultural, pues en este aspecto tampoco sobrepasó a sus predecesores del siglo XVIII. Cierto que el determinismo estricto de su esquema representa un avance respecto de aquellas propuestas que dejaban entrada a la milagrosa y frecuente intervención de Dios.
Hay un aspecto de la dialéctica hegeliana que, si interpretamos el modo de pensamiento dialéctico como una hipótesis relativa a los procesos humanos cognoscitivos (distintos de los procesos evolutivos del mundo) podemos conceder que Hegel hizo una sugestión valiosa. Porque de hecho puede ser que los seres humanos tengan tendencia a razonar sobre sí mismos y sobre su mundo físico y cultural en términos de oposiciones binarias o dicotómicas. En la historia del pensamiento occidental es verdad que con frecuencia parece como si las ideas se presentaran con las dos formas, positiva la una y negativa la otra, y como si se produjera un progreso al resolver la contradicción entre esos dos extremos; es igualmente posible que muchos aspectos del mito y del ritual reflejen esta tendencia. ¿pero es suficiente para admitir que la historia se mueve según la dialéctica?
* Harris Marvin.
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