31 ago 2017

¿DIOS TRABAJA O DESCANSA ETERNAMENTE?

Según consta de las comunicaciones enviadas entre G. Leibniz y Samuel Clarke (1715) estos mantuvieron discusiones sobre las teorías e hipótesis que sostenían los newtonianos respecto a Dios y a la naturaleza del espacio y tiempo.

Leibniz expresaba su angustia por el debilitamiento de la religión y la propagación del materialismo y las filosofías sin Dios en Inglaterra, donde algunas personas atribuían materialidad no sólo a las almas, sino también a Dios y sobre todo le aquejaba que Sir Newton profesara ideas tan bajas y poco valiosas sobre el poder y la sabiduría de Dios. 
Samuel Clarke discípulo de Newton responde a esta acusación mediante una carta en la cual acusa a Leibniz de mantener una hipótesis absurda respecto a Dios, lo acusa de excluir del mundo la providencia y el gobierno de Dios al sostener que Dios crea un mundo perfecto que no requiere nunca más su intervención; no es posible hacer del mundo un mecanismo autosuficiente y reducir a Dios a la condición de inteligencia supramundana.

Leibniz contraatacó a estas acusaciones sosteniendo que el mundo se rige por el principio de razón suficiente y este principio aplicado a Dios implica sabiduría divina al planificar y crear el Universo, además sostenía que él nunca ha negado el continuo concurso de Dios en el universo, sino que tan solo afirmaba que el mundo es como un reloj que no precisa reparación, pues antes de crearlo, Dios lo vio y previó todo. Es tan inmensa la sabiduría de Dios que ha terminado su obra y ha hallado que es el mejor de todos los mundos posibles por ello no tiene más que hacer en él, sino tan sólo conservarlo y preservarlo en su ser. Dios es el principio de razón suficiente personificado, tan sólo produce la mayor perfección y plenitud. 

Samuel Clarke responde a Leibniz analizando el principio de razón suficiente e indica que, es cierto, que nada existe sin razón suficiente, pero que el mencionado principio puede ser sencillamente la voluntad de Dios por cuanto es un ser inteligente y libre. De ser el caso que Dios no pudiese actuar nunca a menos que haya una causa predeterminada, Dios no tendría libertad de elección y simplemente actuaría por necesidad. Para los newtonianos Dios es una inteligencia que está en todas partes, en el mundo así como fuera él, en todo y por sobre todo. Dios percibe real y efectivamente las cosas en sí mismas, allí donde están, estando presente en ellas y no puramente transcendente y esa intervención en el mundo es parte de su plan eterno. Prohibir a Dios hacer tal cosa significaría excluir a Dios del gobierno del mundo. 

Respecto al espacio y tiempo, Leibniz consideraba al espacio como algo real y absoluto sin cuerpos, cosa eterna, impasible e independiente de Dios, el espacio y el tiempo son entidades intramundanas que no existían antes de la creación. Aclara no confundir inmensidad con extensión y tiempo con eternidad. La inmensidad de Dios es independiente del espacio del mismo modo que la eternidad es independiente del tiempo. Estos atributos significan tan sólo que Dios estaría presente y coexistiría con todas las cosas que existiese. 

Para los newtonianos, el espacio es una propiedad de Dios o mejor dicho, una consecuencia de la existencia de un ser infinito y eterno, no ligan el espacio y el tiempo con la creación, sino a Dios.  El espacio es inmenso e inmutable y eterno lo mismo que la duración. Sin embargo cualquier cosa no es eterna, sino que son causadas por Dios y son consecuencias inmediatas y necesarias de su existencia, sin ellas, su eternidad y omnipresencia desaparecerían. 

Estas comunicaciones se ven interrumpidas por la improvista muerte de Leibniz en 1716 pero a pesar de ello, es fácil concluir que el mundo newtoniano exige una intervención constante por parte de Dios de su dotación de energía, mientras que para Leibniz, debido a su propia perfección, elimina cualquier intervención de Dios en su movimiento perpetuo. Por ello en la última carta de Clarke a Leibniz le pregunta por qué tiene tanto empeño en excluir el gobierno real de Dios sobre el mundo y no permitir que su providencia actúe, respuesta que nunca llegó. 

25 ago 2017

MATERIA Y MOVIMIENTO.

El nacimiento de la ciencia moderna fue desarrollándose en medio de la convergencia de múltiples hipótesis, conjeturas y doctrinas de filósofos, matemáticos, físicos y teólogos que en su momento querían descubrir la verdad que encierra el universo. 
René Descartes fue el filósofo que marcó en un modo claro y distinto los principios de la nueva ciencia al identificar de manera indubitable, la materia y el espacio.
El Dios del filósofo y su mundo están correlacionados, no existe analogía entre Dios y el mundo, el Dios de Descartes no queda simbolizado por las cosas que ha creado. La única excepción la constituye nuestra alma, un mente pura, un ser, una substancia cuya única esencia consiste en pensar, una mente dotada de una inteligencia capaz de captar la idea de Dios, es decir, del infinito y de la libertad infinita (voluntad). El Dios cartesiano es un Dios veraz; es por ello que el conocimiento acerca del mundo creado por El y alcanzado por nuestra mente, es un conocimiento verdadero y auténtico. El mundo ha sido creado por su propia voluntad, las razones solo la conoce EL, es por ello inútil y absurdo pretender buscar razones o descubrir propósitos para la creación.
  Descartes sostiene que el mundo que vemos, es solo subjetivo, es una errónea percepción sensible; el verdadero mundo es matemático estrictamente uniforme, un mundo de geometría hecha realidad, en este mundo no hay más que materia y movimiento siendo que, la materia es idéntica al espacio o extensión, no hay más que extensión y movimiento.
Esta famosa identificación cartesiana de la materia con la extensión trae consecuencias de gran alcance: la negación del vacío. El vacío para Descartes es físicamente imposible porque "la nada" no puede poseer propiedades ni dimensiones. 
Anteriormente Giordano Bruno y Kepler también sostuvieron que en el mundo no hay espacio vacío y que el espacio del mundo está lleno de éter. Descartes va más allá y niega que exista en absoluto algo así como el "espacio", una entidad distinta de la "materia" que lo "llena". La materia y el espacio son idénticos y sólo se pueden distinguir por abstracción. Los cuerpos no están en el espacio, sino tan sólo entre otros cuerpos; el espacio que "ocupan" no es nada distinto de ellos mismos. 
Otra consecuencia es, el rechazo de la finitud y limitación del espacio y del mundo material y real. Asignarle límites al espacio es absurdo y contradictorio, no podemos postular un límite sin trascenderlo, el mundo real es infinito o, mas bien, indefinido.
  El universo es único y uniforme, no puede haber una pluralidad de mundos, lo que hay es un número infinito de sistemas subordinados y conectados entre sí, como nuestro sistema con su sol y sus planetas, inmensos vórtices de materia idéntica en todas partes que se unen y limitan unos a otros en el espacio sin límites. Es así que la infinitud del mundo queda establecida en la ciencia moderna.

23 ago 2017

DESTRUCCIÓN DEL COSMOS: INFINITUD DEL UNIVERSO.

A finales de la Edad Media la pugna entre el platonismo y el aristotelismo marcó un hecho importante para la historia de la humanidad, representó los orígenes de la ciencia moderna destruyendo la concepción del cosmos aristotélico, pero para ello previamente tenían que retomar sus pensamientos y doctrinas originales que habían sido modificadas por influencia de la escolástica. 
Dentro de este contexto aparece un libro que marcará el inicio de la ciencia moderna, en 1440 se publica "La dotta ignoranza" del alemán Nicolás de cusa quien fue el último gran filósofo de la Edad Media que rechaza públicamente la concepción cosmológica medieval y afirma por primera vez la Infinitud del Universo

Su obra contiene un estudio minucioso sobre la naturaleza del conocimiento deduciendo que "la posibilidad de conocimiento reside en la proporción entre lo desconocido y lo conocido", es decir, Cusano sostiene que todo aquello que es ignoto y que se busca pero que no tiene ninguna proporción con el conocimiento que poseemos, escapa a toda posibilidad de conocimiento y lo único que se puede hacer es reconocer frente a ello la propia ignorancia. El hombre puede acercarse indefinidamente a la verdad por grados de conocimiento pero siempre estos grados serán finitos y la verdad es el ser en su grado infinito (dios), por ello la verdad escapará a todo esfuerzo del hombre por comprenderla.
La doctrina del la dotta ignoranza implica que el hombre no puede buscar el conocimiento de Dios sin tener en cuenta sus propios limites, pero por otro lado garantiza la intima relación entre Dios y el hombre. Además plantea que el mundo y el hombre no pueden ser perfecto por cuanto esa característica es solo de Dios, pero si tienen un gran valor para Dios.

En base a esta doctrina, Cusano  elabora una nueva cosmología, una nueva concepción del mundo físico afirmando que el mundo no puede tener circunferencia como lo afirmaba aristóteles, porque la esfericidad perfecta no puede ser alcanzada por las cosas creadas por Dios y además su inicio y fin estuvieran en él y fuera del mundo habría otro espacio y otra realidad. Por ello sostiene que el mundo es plano e interminado (nunca utilizó el término infinito para el universo, ya que infinito era un término usado solo para Dios) asimismo afirmó que la tierra se movía y que no está en el centro del mundo porque el mundo no tiene centro por ser precisamente interminado, pero si consideraba a Dios como la energía que se encuentra en el universo. 

La concepción del mundo medieval fue totalmente renovada por Cusa, negó y rechazó la cosmología aristotélica que dominaba el mundo medieval, la obra del cardenal Nicolás de Cusa, respira un nuevo espíritu, el espíritu del Renacimiento, su mundo no es ya el cosmos medieval, aunque aún no es en absoluto el Universo infinito de los modernos.


17 ago 2017

PROGRESO BIOLÓGICO.

Durante el siglo XVIII se experimentó el prestigio de la ciencia apoyado por el liberalismo económico y político, ejerciendo así un efecto inmensamente estimulante sobre todas las formas de estudio e investigación científica; los adelantos tecnológicos que resultaban de esos estudios eran esenciales para el mantenimiento del capitalismo; aunque los dogmas teológicos seguían siendo útiles para el control y la disciplina de las masas, los avances tecnológicos obligó a las autoridades teológicas a mantenerse a la defensiva. Hasta que, en 1859, Charles Darwin dio la explicación materialista del origen de las especies y destruyó la autoridad de los teólogos en el dominio de las ciencias de la vida.
Pero cabe recordar que anteriormente a Darwin ya se habían realizado estudios respecto a temas discrepantes con el génesis bíblico, promovidos por hombres de ciencia importantes como James Hutton, Georges Buffón, Charles Lyell y Jean Baptista Lamarck.
¿Pero como se explica que Darwin tuviera el éxito que no pudo conseguir  Lamarck respecto a la teoría de la evolución? Parece que una de las razones fue la fase más avanzada del capitalismo en la que Darwin tuvo la suerte de escribir. Además, en el intervalo entre Lamarck y Darwin, bajo el estímulo de los continuos avances científicos, de un modo callado se había ido fortaleciendo considerablemente una visión laica del mundo. Aunque en parte la revolución política la obligó a pasar a la clandestinidad, escondida aguardaba la primera oportunidad posible para salir a la luz y continuar la tarea que Galileo había comenzado. 
Por otro lado, Darwin se encontraba en un periodo de progreso científico y de enfrentamiento entre la teología y la ciencia sobre la edad de la tierra, que contribuyó a despejar su camino, en cambio Lamarck había tenido que luchar contra los teólogos no sólo en la cuestión de la evolución orgánica, sino también en la cuestión de la evolución geológica.
Durante la mayor parte del siglo XVIII la incipiente disciplina geológica languideció bajo la tutela de la autoridad de la Biblia. Una gran parte del esfuerzo de los estudiosos se consagró a probar que el Génesis y los estratos de la Tierra contaban una misma historia. Los fósiles de animales extintos no planteaban problema: simplemente probaban que no todas las criaturas antediluvianas habían conseguido refugiarse en el arca de Noé.
James Hutton, el fundador de la llamada escuela vulcanista, representó la primera refutación a la biblia, rechazaba la explicación de la escuela neptunista inspiradas en la narración bíblica, que sostenía que todas las rocas de la Tierra se habían precipitado de una solución marina en varios estadios bien definidos que correspondían a los estadios de la creación y que desde entonces habían ocupado su lugar fijo en los correspondientes estratos geológicos. Hutton, por su parte, eludió por completo el tema de la creación e intentó interpretar los rasgos geomorfológicos en función de los efectos acumulativos de los procesos naturales físico-químicos, tales como el calor, la presión y las varias formas de acción de la intemperie. En lo tocante a la edad de la Tierra, las implicaciones de esta interpretación de Hutton resultaban heréticas, ya que lo que hasta entonces se había atribuido a la acción de cataclismos instantáneos pasaba a presentarse como el efecto paciente de fuerzas relativamente pequeñas que actuaban a lo largo de dilatados periodos de tiempo.
Es importante señalar que las ideas de James Hutton tuvieron ya un precedente en el siglo XVIII en una serie de hipótesis más osadas, aunque geológicamente menos documentadas: Georges Buffón, inspirándose en Gottfried Leibniz, había realizado incluso una serie de experimentos con bolas de hierro calientes en un intento de fechar el origen de la Tierra. Partiendo de la suposición de que originariamente la Tierra había sido una masa fundida, Buffón trató de calcular el tiempo que habría necesitado para enfriarse hasta su temperatura actual. En su obra Épocas de la naturaleza llegó a la conclusión de que habían transcurrido como mínimo setenta y cinco mil años, pero por respeto a la narración bíblica se abstuvo deliberadamente de dar las fechas máximas.
La hipótesis de Lamarck de que la Tierra tenía varios miles de millones de años de existencia fue recibida todavía con más desprecio que su idea de que los hombres descendían de los peces. El propio Lamarck consideraba que el principal obstáculo que se oponía a la aceptación de su idea de una evolución orgánica era la resistencia con que tropezaba la cronología larga. Los defensores de la cronología bíblica recurrieron a la doctrina del catástrofismo, con su serie de destrucciones milagrosas y de creaciones, a fin de salvar la historia bíblica. Sólo a partir de 1820, la exigencia de los vulcanistas de una ampliación de la cronología comenzó a ser considerada respetable por los geólogos. Pero incluso entonces la geología continuó manteniéndose en una postura extremadamente conservadora ante la versión mosaica del origen del hombre.
Fue en este contexto histórico y con la ayuda de las investigaciones realizadas por sus antecesores que surgen en el plano científico Herbert Spencer y Charles Darwin que decidieron investigar y encontrar las leyes universales del desarrollo y comprobar que la naturaleza humana era producto de la evolución biológica, planteando la ideología del progreso a través de la lucha.

8 ago 2017

LA EXPERIENCIA SEGÚN FICHTE.


Johan Gottlieb Fitche aporto para la discusión filosófica su gran "Doctrina de la Ciencia". 
en ella se plantea ¿cuál es el principio de todo saber? ¿cuál es el fundamento de la experiencia? Fitche quiere encontrar un sistema en la cual todo se deduzca de un principio y todo sirva para resolver tales preguntas; a diferencia de Enmanuel Kant que se planteó un problema diferente: ¿cuáles son las condiciones de la experiencia posible?.

          Para Fitche la experiencia es la conciencia natural y el fundamento de la misma debe estar fuera de la experiencia, pero para llegar a ella hay que recurrir a la abstracción, separar lo que aparece unido en toda experiencia: la cosa (objeto) y la inteligencia cognoscitiva, partiendo de esto, se puede llegar a la doctrina de las cosas en sí (dogmatismo) o a la doctrina de la inteligencia en sí (idealismo).
Fitche se decide por el idealismo, pues cree imposible que la inteligencia, el yo, haya salido de un mundo sin espíritu, de un mundo de puras cosas; toda nuestra conciencia del mundo debe reducirse de nuestra inteligencia. Para Fitche la filosofía no es algo hecho, ni dado, todo debe ser construido y comprendido, es un devenir espiritual, la verdadera realidad es el Bien, la Razón agente, la Voluntad pura y el Yo moral, pero la gente común lo que cree real es solo fenómeno, manifestación, retrato o caricatura. 
El principio último y supremo del hombre es EL DEBER, es un ideal que no existe; pero que debe existir. El ser, lo que llamamos sustancia o materia es solo una apariencia porque el universo es el fenómeno de la VOLUNTAD pura (el querer, desear) el símbolo de la idea moral, que es la verdadera cosa en sí, el verdadero absoluto. 

El conocimiento no es ni en totalidad ni en parte el producto de la sensación: es obra exclusiva, creación del yo. La filosofía verdadera es el idealismo y el método es la síntesis a priori.
El pensamiento especulativo es un acto espontáneo de la energía creadora del hombre, mediante el entendimiento el yo se crea a sí mismo, afirma el no yo (el objeto) y limita al yo y al no-yo (mundo objetivo). El mundo sensible parece ser algo que existe fuera del sujeto que lo percibe y lo piensa; esto es una ilusión. El mundo objetivo existe pero por la actividad del sujeto, por una necesidad interna: no podemos pensar, sin pensar en un objeto; no podemos percibir, sin afirmar la existencia de algo que no somos nosotros. 
El mundo fenomenal nos tiene presos, no podemos escapar al determinismo de los hechos, la autonomía de la razón es un ideal que el yo persigue sin alcanzarla jamás; la libertad es un principio supremo.

7 ago 2017

EVALUANDO A HEGEL.

En Alemania fue el filósofo Georg W. F. Hegel quien asumió la tarea de adaptar la herencia idealista de la Ilustración al medio social posterior a Napoleón. Aunque Comte consideraba a Hegel como un representante de la fase metafísica del pensamiento, la principal influencia de estos dos hombres fue reforzar las versiones idealistas del determinismo sociocultural. 
Retrospectivamente, Comte no parece mucho menos metafísico que Hegel. Tanto los positivistas como los hegelianos veían en la historia el desarrollo de ideas que, por razones en un caso inexplicadas y en el otro ininteligibles, seguían un curso predeterminado. Pero en Hegel la concepción del papel que en la historia del mundo corresponde a los acontecimientos espirituales es a la vez más grandilocuente, más oscura y más antropocéntrica que en Comte. "La historia del mundo -afirma Hegel- comienza con su plan general, la realización de la idea del espíritu".
Como sus predecesores de la Ilustración, Hegel pensaba que esos procesos producen mejores estados de existencia en una sucesión progresiva, caracterizada en los asuntos humanos por un mayor y más perfecto uso de la razón. Por la razón, no sólo el hombre sino también el Espíritu del Mundo, alcanzan su Libertad. Así, "la historia del mundo no es otra cosa que el progreso de la conciencia de la libertad".
La mayor parte de la filosofía de Hegel es una ruina sin valor, aunque se sigue aún estudiándola seriamente. Entre los marxistas, la filosofía de Hegel se sigue considerando como una venerable aproximación al materialismo dialéctico. Este título de honor le fue otorgado por los propios Marx y Engels, que se definían a sí mismos como hegelianos. Marx, como los jóvenes intelectuales alemanes de su generación, estudia el sistema hegeliano, el más claro y riguroso de los materialistas culturales del siglo XIX no llegó nunca a rechazar las ideas metafísicas que habían cimentado la fama de Hegel.
Como sus predecesores de la Ilustración, Hegel concebía el mundo en términos de una corriente evolucionista progresiva. Mas al evolucionismo de su tiempo él le añadió una noción peculiar: la de que las entidades o los acontecimientos sólo se pueden comprender o, lo que es lo mismo, sólo pueden existir en virtud de su oposición, contradicción o negación. Esta es la base epistemológica de la famosa dialéctica hegeliana.
El mundo consiste en entidades en relación dialéctica con sus ideas opuestas, contradictorias o negativas. La tensión entre los opuestos refleja la actuación evolutiva del espíritu del mundo. A partir de la "negación de la negación" evoluciona una nueva entidad o un nuevo estado de existencia que a su vez sólo tiene sentido en su relación con sus contradictorios componentes. Como lo explica Herbert Marcuse: La dialéctica es el proceso en el mundo en el que el modo de existencia de los hombres y de las cosas está hecho de relaciones contradictorias, de forma que cualquier contenido particular sólo puede descarrillarse pasando a través de su opuesto. Este último es una parte integrante del primero, y el contenido de todo es la totalidad de las relaciones contradictorias implicadas en él. A medida que las cosas pasan a través de sus opuestos se van haciendo progresivamente mejores o se van aproximando a su forma ideal. Según Hegel, es una necesidad de la naturaleza. 
No existe ninguna prueba empírica en apoyo de la afirmación de que la evolución de las formas está obligada necesariamente a pasar a través de una serie de estadios opuestos o contradictorios. El esfuerzo de Hegel por presentar el curso de la evolución del mundo como una espiral ascendente de negaciones sucesivas es el resultado de la sugestión de la magia de las palabras y de los números. 
Max Dühring sostenía que la dialéctica hegeliana es un ejemplo más de la fijación cabalística en el número tres, que es tan conspicua de la cultura occidental. A la tesis, antítesis y síntesis de la dialéctica habría que reservarles un puesto junto a otras santísimas trinidades, como la del Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo de los católicos, o las del id, ego y super-ego de los psicoanalistas, o de los estadios teológico, metafísico y positivo de los positivistas o, por qué no, la del salvajismo, la barbarie y la civilización de los antropólogos. 
Si el proceso evolutivo del mundo da ejemplos de la dialéctica de la negación, lo hace sólo en virtud de la inexistencia de normas útiles para distinguir entre los cambios negativos y los positivos. Como evolución significa transformación, o diferenciación, siempre será posible, dada la ausencia de criterios precisos, declarar que cada producto de la evolución es la negación de alguna situación anterior. 
Basándose en esto, Engels trató de defender a Marx y a la dialéctica hegeliana contra los ataques de Dühring. "¿Qué es esa temible negación de la negación que le amarga tanto la vida a Dühríng y que para él comete el mismo imperdonable crimen que para los cristianos es el pecado contra el Espíritu Santo?, se pregunta Engels. Y contesta: «Un proceso muy simple que se produce en todas partes y todos los días, un proceso que hasta un niño puede entender en cuanto se le despoja del velo de misterio en que lo había envuelto la vieja filosofía idealista". Engels pasa enseguida a dar algunos ejemplos sencillos de negación de la negación. Así, los granos de cebada quedan negados cuando la semilla genuina y la planta crece. Luego, la planta florece y produce más semillas; "Como resultado de la negación de la negación tenemos una vez más el grano original de cebada, pero ahora no una sola unidad, sino diez, veinte o treinta veces más." y este cambio cuantitativo va acompañado de cambios cualitativos que son demasiado lentos para que se les perciba. Mas si tomamos una planta ornamental artificialmente cultivada, una orquídea, y si tratamos la semilla de la planta que crece de ella como el jardinero lo hace, el resultado de esta negación de la negación no son sólo más semillas, sino también semillas mejores, que producen flores más bellas, y cada nueva repetición de este proceso, cada repetida negación de la negación, acrecerá esa mejora. En estos ejemplos, la descripción de los procesos evolutivos implicados como la negación de la negación no añade nada a nuestro conocimiento del modo en que esas transformaciones se han producido. Más bien se trata de una mera analogía poética que le permite a uno afirmar que lo que ocurre en el desarrollo de un embrión, o en el curso de la selección natural, es una «negación». Lo que todos los procesos evolutivos tienen en común no es la «negación» de formas anteriores, sino simplemente su transformación.
Para que una serie evolutiva se reconozca como tal debe salvarse cierta conexión entre las formas anteriores y las posteriores. Con el tiempo, el producto final de la serie puede no presentar una semejanza fácil de determinar con las formas iniciales, mas, sin embargo, no hay pruebas empíricas que justifiquen la suposición de que cada serie evolutiva, por muy larga que sea tenga inevitablemente que incluir- cambios drásticos. Y desde luego en las series cortas, tales como la aparición de especies en la evolución biológica, resulta difícil ver en las formas que emergen «negaciones» de las que las precedieron. Naturalmente, nadie puede impedir a un hegeliano que llame al homo sapiens la negación del homo neanderthal, pero una maniobra semántica como ésa no arroja luz alguna sobre las condiciones que fueron responsables de la evolución de los tipos humanos modernos o que  Marx y Engels decidan que la aparición de la propiedad privada de la tierra es la negación de la propiedad común primitiva, y la propiedad común socialista es la negación de la negación, solo muestra la futilidad del idealismo dialéctico de Hegel que sus propios esfuerzos por interpretar la historia. 
Hegel sostuvo que la grandeza personal se basa en la conjunción del genio individual con un desarrollo cultural apropiado, esto es, que el gran hombre era el agente de la historia. Mas John Millar y Adam Ferguson habían propuesto ya doctrinas similares y sin nieblas metafísicas. Igualmente difícil sería defender a Hegel por su evolucionismo sociocultural, pues en este aspecto tampoco sobrepasó a sus predecesores del siglo XVIII. Cierto que el determinismo estricto de su esquema representa un avance respecto de aquellas propuestas que dejaban entrada a la milagrosa y frecuente intervención de Dios. 
Hay un aspecto de la dialéctica hegeliana que, si interpretamos el modo de pensamiento dialéctico como una hipótesis relativa a los procesos humanos cognoscitivos (distintos de los procesos evolutivos del mundo) podemos conceder que Hegel hizo una sugestión valiosa. Porque de hecho puede ser que los seres humanos tengan tendencia a razonar sobre sí mismos y sobre su mundo físico y cultural en términos de oposiciones binarias o dicotómicas. En la historia del pensamiento occidental es verdad que con frecuencia parece como si las ideas se presentaran con las dos formas, positiva la una y negativa la otra, y como si se produjera un progreso al resolver la contradicción entre esos dos extremos; es igualmente posible que muchos aspectos del mito y del ritual reflejen esta tendencia. ¿pero es suficiente para admitir que la historia se mueve según la dialéctica?
* Harris Marvin.

1 ago 2017

¿QUÉ ES LA HISTORIA?


En nuestro mundo moderno la teoría clásica del ser ha sufrido un debilitamiento y, en consecuencia, también la teoría clásica del hombre. 
La  naturaleza está conformada de "cosas" y todas ellas tienen un carácter radical común, el cual consiste simplemente en que las cosas son, tienen un ser. Y esto significa no sólo que existen, que las hay, que están ahí, sino que poseen una estructura o consistencia fija y dada. Otro nombre para expresar lo mismo es la palabra naturaleza y el objeto de la ciencia natural consiste en descubrir esa naturaleza. 
Pero las ciencias naturales siempre se han detenido ante la extraña realidad que es la vida humana ¿por qué? será acaso que el hombre no tiene naturaleza.
Para poder hablar del ser del hombre tenemos que elaborar un concepto no eleático del ser, como dijo Ortega y Gasset "el hombre no tiene naturaleza, lo que tiene es .... historia". Tal era el juicio de los historiadores del Renacimiento, Maquiavelo y muchos otros modernos han mantenido esta idea. 
El análisis filosófico y el concepto de historia alcanzó su madurez en el Siglo XVIII cuando el hombre empezó a darse cuenta del problema del tiempo, cuando ya no se encontraba confinado en el estrecho círculo de sus deseos y necesidades inmediatas, antes solo encontraba el orígen de las cosas en un origen mítico y no histórico.
Para comprender el mundo, tanto el físico como el social, se basaban en el mito, en base al mito establecían un orden cronológico de las cosas y los acontecimientos, ofrecían una cosmología y una genealogía de dioses y hombres. El pasado, presente y futuro se hallaban fundidos en una sola unidad indiferenciada.
Tucídides es el primer pensador que ve y describe la historia de su propio tiempo y que mira hacia el pasado con una mente clara y crítica y se da perfecta cuenta del hecho de que esto significa un paso nuevo y decisivo. Se origina la separación definitiva entre mito e historia, entre leyenda y verdad.
Actualmente existe cantidad y variedad de material sobre la historia de la humanidad, pero debemos siempre tener en cuenta que la historia no pretende descubrir un estado anterior del mundo físico sino un estado anterior de la vida y de las culturas humanas, lo que el historiador busca es la materialización del espíritu de una edad pasada, intenta sintetizar el pasado y acomodarlo en una nueva forma simbólica para transmitirlo libre de prejuicios e subjetividades.
La función de la historia es simbólica y exige una interpretación y reinterpretación de hechos, datos, documentos para lograr poseer el mundo cultural de la humanidad tenemos que reconquistarlo incesantemente por la recordación histórica, que no es simplemente un acto de reproducción. Es una nueva síntesis intelectual, un acto constructivo. En esta reconstrucción la mente humana se mueve en la dirección opuesta del proceso original. Todas las obras de cultura se originaron en un acto de solidificación y estabilización. El hombre no podría comunicar sus pensamientos y sentimientos ni tampoco podría vivir en un mundo social si no poseyera el don de objetivar sus pensamientos, de dotarlos de una forma sólida y permanente. Tras de estas formas fijas y estáticas, tras estas obras petrificadas de la cultura, la historia reduce los meros hechos, los productos a procesos, las cosas o instituciones estáticas a sus energías creadoras, es una historia de las pasiones, pero si trata de ser apasionada deja de ser historia.
La historia no puede vivir ni respirar más que en el mundo humano, lo mismo que el lenguaje o el arte, es, fundamentalmente, antropomórfica; por ello el mundo de la historia es un universo simbólico y no un universo físico. El arte y la historia representan los instrumentos más poderosos en nuestro estudio de la naturaleza humana.

LA VIDA ES UN FUGAZ MOMENTO PRESENTE, PERDIDO PARA SIEMPRE.

La obra fundamental de Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación,  escrita cuando el autor contaba veintitantos años, fue publi...