Maquiavelo marcó un punto de no retorno en la consideración de lo político, siendo uno de los primeros autores que lo teoriza como un juego inmanente de fuerzas, es decir, como un espacio del que las fundamentaciones y las subordinaciones a algún absoluto son excluidas.
Entre El Príncipe y los análisis de los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Maquiavelo acomete, por primera vez en la historia, el análisis de la forma en que se organiza el poder y, en este sentido, inaugura la "ciencia política". En estos textos analiza el origen, funcionamiento y maneras de mantener las diversas formas de dominio, ya sean Repúblicas o Principados y, también le corresponde el haber utilizado por primera vez el término "estado", que en su obra no es más que el nombre de una situación, de un "estado de cosas", de una relación en la que sintetiza, vale decir, "lo que hay".
La concepción Maquiaveliana del Estado es el resultado de la constatación de la paradójica situación de la naciente burguesía: la crisis política, las revueltas, las intrigas, las guerras, ponen en cuestión el optimismo del crecimiento que animó los discursos humanistas y los cantos a la libertad absoluta durante el siglo XV y, con la constatación de la nueva situación , Maquiavelo opta por afirmar la necesidad de establecer un poder que ponga límite a las disputas y al conflicto. Para Maquiavelo que ha visto una Florencia convulsa entre el "republicanismo" de Savonarola y la conquista del poder por los Medici, la necesidad del Estado es una exigencia para la seguridad e implica necesariamente acogerse a la protección del más fuerte aceptando su poder y, en contrapartida, prestando obediencia.
La sociedad no es ya, el resultado de una necesidad natural, sino de una necesidad ineludible, y esa necesidad debe ser satisfecha mientras persistan las causas que la motivaron. La cuestión es que, como la sociedad es una necesidad ineludible, su existencia y su potencia debe ser garantizada por encima de todo: debe mantenerse a cualquier precio el Estado.
Esto así, la técnica o arte de la política debe centrarse en varios objetivos básicos: en primer lugar, controlar los movimientos políticos internos, en segundo término controlar las fuerzas de las otras repúblicas y finalmente, sobre todo, controlar el carácter desestabilizador de las multitudes, para lo que cabe hablar de dos mecanismos privilegiados: el desarrollo de una política de contención que utilice y manipule el imaginario colectivo mediante un adecuado juego de castigos, premios y promesas, y la utilización de la religión como elemento de dominio político sobre el populacho.
Dicho de otro modo, Maquiavelo articula un discurso sobre lo político que lo entiende como un juego inmanente de fuerzas al que cualquier otra consideración (moral o religiosa) debe quedar subordinada; la religión es entendida al margen de cualquier consideración "religiosa" y es pensada sólo desde su funcionalidad política.
La religión es un instrumento privilegiado para el mantenimiento de poder, como constitutiva del imaginario colectivo y, en ese sentido, como un elemento a tener en cuenta desde la perspectiva política.
Hay que dejar en claro que en las obras de Maquiavelo no existe una crítica a la religión ni una crítica a su uso político. Maquiavelo analiza los principados eclesiásticos, los entiende sin establecer diferencias entre ellos y cualquier otro. No hay en Maquiavelo ninguna referencia a la impostura ni de su obra se puede deducir un rechazo de los discursos religiosos, son presentados simplemente atendiendo a su importancia y utilidad política.
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