La revolución francesa ha tenido variadas interpretaciones a lo largo de la historia, muchas de ellas políticas. Pero en 1796 se publica la obra Consideraciones sobre Francia en la cual no se analiza la revolución desde un terreno estrictamente político sino que se intenta explicar este hecho histórico desde una perspectiva teológica.
Su autor Joseph de Maistre era un enemigo de la ideología liberal de la revolución francesa defendía el absolutismo monárquico; la revolución francesa era para él un acontecimiento sin igual en la historia, pero no por la radicalidad o la irreversibilidad de las transformaciones políticas que traería consigo, sino por el insólito grado de maldad y crueldad desplegado por sus protagonistas.
De Maistre interpretaba este hecho como un episodio más de la historia humana pero creía firmemente que la historia humana estaba regida por la providencia divina. Entonces desde esta perspectiva teológica la revolución aparece como un castigo divino contra Francia, y como el medio del que Dios se serviría para restablecer el poder de la teología derrotada por la ilustración y el de la monarquía depuesta por la revolución.
Pero esta lectura teológica de la revolución por supuesto que tenía repercusión política, ya que juzgaba a 1789 como el año de la ruptura radical, quedaba nivelada a otros episodios de la historia sagrada, quedaba equiparada a la destrucción de Sodoma y Gomorra o al Diluvio Universal, y así quedaba sentenciado de antemano el desenlace del proceso revolucionario; el autor intentó, al igual que en las catástrofes bíblicas interpretar el destino de la revolución como el triunfo de Dios sobre la impiedad, el triunfo de la fe sobre el ateísmo y de la monarquía católica sobre las sacrílegas aspiraciones ilustradas y republicanas de los revolucionarios.
Pero fue en su obra Las veladas de San Petersburgo que Joseph de Maistre busca probar los supuestos establecidos en su obra anterior; en esta nueva obra se encuentra la justificación filosófica y teológica de las ideas políticas de la revolución francesa afirmando así su antiliberalismo ultramontano muy característico de los pensadores reaccionarios del siglo XIX.
El tema central es la cuestión de la providencia, es decir, de la intervención de Dios en la historia, en los asuntos humanos. De Maistre quiere exponer una Teodicea, exculpar a Dios de los males del mundo y sobre todo quiere culpar a los hombres, a veces de forma visceral contra el pensamiento racionalista e ilustrado del siglo XVIII.
La prueba de la intervención de Dios en la historia es el propio sufrimiento de los hombres, invirtiendo así el argumento ilustrado, que ve en el sufrimiento una seria objeción contra la existencia de Dios, o al menos contra la creencia de la bondad y la justicia divina. Para el autor el sufrimiento es justicia divina, ya que la condición humana es una expiación interminable y el sufrimiento mismo se convierte en la prueba de la culpabilidad de los hombres. Y ante la objeción de que el sufrimiento del hombre es muy a menudo, escandalosamente inmerecido, De Maistre no duda en manifestar que si todo sufrimiento es expiación, entonces incluso el mal físico, la enfermedad y la muerte deben ser consecuencia de la culpa humana: "todas las enfermedades tienen su origen en algún vicio proscrito por el evangelio, son castigos de un crimen".
Así, el sufrimiento no pone a Dios en cuestión, sino que demuestra la culpabilidad de los hombres, de la que nadie está libre: "la conciencia que nosotros juzgamos más limpia puede estar atrozmente manchada a los ojos de Dios; no hay un hombre inocente en este mundo, todo mal es un castigo y el Juez que nos condena es infinitamente justo y bueno".
Asimismo, De Maistre afirma el carácter inevitable de la violencia y la guerra, lo afirma como una función imprescindible en la realización del plan de Dios. El hombre domina a la naturaleza, sojuzga y mata a todos los otros seres porque es el verdugo universal, el ejecutor de la gran obra divina. De este modo la historia ofrece la imagen de una eterna matanza querida por Dios que no representa el progreso (según la Ilustración) sino todo lo contrario, representa la decadencia, el retroceso, siendo por ello que las civilizaciones antiguas son superiores a las modernas, en consecuencia del pecado, ya que en aquellos tiempos la civilización estaba gobernada por la omnipresencia de la teología en contraste con la modernidad, que se encuentra secularizado por el racionalismo heredado de la "embustera Grecia".
De Maistre desprecia el racionalismo y especialmente el pensamiento ilustrado moderno, critica a los hombres por dejarse engañar por la razón en vez de dedicarse a la oración, el hombre debe rogar a Dios.
La teología de Joseph de Maistre es una filosofía reaccionaria, es un contraataque, una reacción, a un proceso de secularización de la cultura que en el fondo se sabe irreversible.
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