Los fenómenos que encontramos en la vida de una determinada especie biológica no son transferibles a otras especies, ¿Acaso podemos suponer que existe una realidad absoluta de cosas que sea la misma para todos los seres vivientes?.
La realidad no es única y homogénea, todo lo contrario, es diversa. Cada organismo se encuentra adaptado y enteramente coordinado con su ambiente; ¿pero es el ser humano acaso una excepción a esas leyes biológicas que gobiernan la vida de todos los demás seres vivos?.
El hombre ha descubierto un método para adaptarse a su ambiente: "el sistema simbólico" es como si hubiera creado una nueva dimensión de la realidad.
Hay que partir de la premisa e innegable diferencia que existe entre las reacciones orgánicas y las respuestas humanas; en el primer caso una respuesta directa e inmediata sigue al estímulo externo, en el segundo la respuesta es demorada, es interrumpida y retardada por un proceso lento y complicado de pensamiento.
La evolución del hombre comprende el lenguaje, el mito, el arte y la religión lo cual lo ubica en un universo simbólico y todo progreso en pensamiento y experiencia afina y refuerza esta red. El hombre ya no se enfrenta directamente con la realidad de un modo inmediato; no puede verla directamente sino mediante su actividad simbólica.
Vive envuelto en formas lingüísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos o en ritos religiosos, no puede conocer nada sino a través de la interposición de este universo simbólico y vive en medio de emociones, esperanzas y temores, ilusiones y desilusiones imaginarias, en medio de sus fantasías y de sus sueños.
La racionalidad es un rasgo inherente a todas las actividades humanas, la misma mitología no es una masa bruta de supersticiones o de grandes ilusiones, no es puramente caótica, pues posee una forma sistemática o conceptual, asimismo, el lenguaje es identificado con la razón, pero hay que precisar que el lenguaje no expresa pensamientos o ideas sino sentimientos y emociones. Apenas si podemos encontrar una frase, exceptuando acaso los puros enunciados formales de las matemáticas, que no lleven algún tinte sentimental o emotivo.
La razón es un término inadecuado para abarcar las formas de la vida cultural humana en toda su riqueza y diversidad, pero todas esas formas son formas simbólicas. Por lo tanto, en vez de definir al hombre como un animal racional deberíamos definirlo como un animal simbólico, ya que en función a ello se abre al hombre el camino hacia la civilización.
Ahora, es importante distinguir entre signos y símbolos; está comprobado que entre los animales se da un sistema complejo de signos y señales en su conducta pero hay una distinción inmensa de estos fenómenos a la inteligencia del lenguaje simbólico y humano.
Los animales pueden ser entrenados para reaccionar ante ciertos estímulos directos como por ejemplo, el sonido de una campana para realizar determinado comportamiento, pero esto es muy diferente al pensamiento simbólico humano; los símbolos no son meras señales: una señal es una parte del mundo físico del ser ; un símbolo es una parte del mundo humano del sentido. Las señales poseen una especie de ser físico o sustancial; los símbolos poseen únicamente un valor funcional.
En resumen podemos decir, que el animal posee una imaginación y una inteligencia práctica, mientras que sólo el hombre ha desarrollado una inteligencia y una imaginación simbólica. Sin el simbolismo la vida del hombre sería la de los prisioneros en la caverna de Platón.