18 jul 2017

EL HOMBRE ES UN ANIMAL SIMBÓLICO.


Los fenómenos que encontramos en la vida de una determinada especie biológica no son transferibles a otras especies, ¿Acaso podemos suponer que existe una realidad absoluta de cosas que sea la misma para todos los seres vivientes?.
La realidad no es única y homogénea, todo lo contrario, es diversa. Cada organismo se encuentra adaptado y enteramente coordinado con su ambiente; ¿pero es el ser humano acaso una excepción a esas leyes biológicas que gobiernan la vida de todos los demás seres vivos?.
El hombre ha descubierto un método para adaptarse a su ambiente: "el sistema simbólico" es como si hubiera creado una nueva dimensión de la realidad. 
Hay que partir de la premisa e innegable diferencia que existe entre las reacciones orgánicas y las respuestas humanas; en el primer caso una respuesta directa e inmediata sigue al estímulo externo, en el segundo la respuesta es demorada, es interrumpida y retardada por un proceso lento y complicado de pensamiento. 

La evolución del hombre comprende el lenguaje, el mito, el arte y la religión lo cual lo ubica en un universo simbólico y todo progreso en pensamiento y experiencia afina y refuerza esta red. El hombre ya no se enfrenta directamente con la realidad de un modo inmediato; no puede verla directamente sino mediante su actividad simbólica.
Vive envuelto en formas lingüísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos o en ritos religiosos, no puede conocer nada sino a través de la interposición de este universo simbólico y vive en medio de emociones, esperanzas y temores, ilusiones y desilusiones imaginarias, en medio de sus fantasías y de sus sueños. 
La racionalidad es un rasgo inherente a todas las actividades humanas, la misma mitología no es una masa bruta de supersticiones o de grandes ilusiones, no es puramente caótica, pues posee una forma sistemática o conceptual, asimismo, el lenguaje es identificado con la razón, pero hay que precisar que el lenguaje no expresa pensamientos o ideas sino sentimientos y emociones. Apenas si podemos encontrar una frase, exceptuando acaso los puros enunciados formales de las matemáticas, que no lleven algún tinte sentimental o emotivo.

La razón es un término inadecuado para abarcar las formas de la vida cultural humana en toda su riqueza y diversidad, pero todas esas formas son formas simbólicas. Por lo tanto, en vez de definir al hombre como un animal racional deberíamos definirlo como un animal simbólico, ya que en función a ello se abre al hombre el camino hacia la civilización.

Ahora, es importante distinguir entre signos y símbolos; está comprobado que entre los animales se da un sistema complejo de signos y señales en su conducta pero hay una distinción inmensa de estos fenómenos a la inteligencia del lenguaje simbólico y humano. 
Los animales pueden ser entrenados para reaccionar ante ciertos estímulos directos como por ejemplo, el sonido de una campana para realizar determinado comportamiento, pero esto es muy diferente al pensamiento simbólico humano; los símbolos no son meras señales:  una señal es una parte del mundo físico del ser ; un símbolo es una parte del mundo humano del sentido. Las señales poseen una especie de ser físico o sustancial; los símbolos poseen únicamente un valor funcional.


En resumen podemos decir, que el animal posee una imaginación y una inteligencia práctica, mientras que sólo el hombre ha desarrollado una inteligencia y una imaginación simbólica. Sin el simbolismo la vida del hombre sería la de los prisioneros en la caverna de Platón.




7 jul 2017

EL ENIGMA HUMANO.

En Platón la vida de los sentidos se halla separada de la vida del intelecto por un ancho e insuperable abismo. El conocimiento y la verdad pertenecen a un orden trascendental, el reino de las ideas puras y eternas. Aristóteles sostiene que entre ambos reinos existe la misma continuidad ininterrumpida. En la naturaleza, lo mismo que en el conocimiento humano, las formas superiores se desarrollan a partir de las inferiores. Percepción sensible, memoria, experiencia, imaginación y razón se hallan ligadas entre sí por un vinculo común; son etapas diferentes y expresiones diversas de una y misma actividad fundamental, que alcanza su perfección suprema en el hombre. La introspección nos revela tan sólo aquel pequeño sector de la vida humana que es accesible a nuestra experiencia individual pero jamás podrá cubrir  el campo entero de los fenómenos humanos. 
Hay que diferenciar de Sócrates que sostiene y defiende siempre el ideal  de una verdad objetiva, absoluta, universal, pero el único universo que conoce y al cual se refieren todas sus indagaciones es el universo del hombre, su filosofía es estrictamente antropológica; pretende determinar la naturaleza del hombre definiendo cualidades como bondad, justicia, templanza, valor pero nunca se decide a definir ¿qué es el hombre?.
Su discípulo, Platón, sostenía que era imposible implantar la verdad en el alma de un hombre como implantar la facultad de ver en el ciego de nacimiento. La verdad no puede ser obtenida, no es un objeto empírico; hay que entenderla como el producto de un acto social.
En los tiempos modernos fue Blaise Pascal quien estableció como parte de la naturaleza a la geometría y realizó la distinción entre el espíritu geométrico y el espíritu de fineza; el primero se da en aquellos temas que son aptos de un análisis perfecto y objeto de un análisis lógico pero hay cosas que desafían todo tipo de análisis lógico como el espíritu del hombre, ya que su naturaleza es muy variada y versátil. 
Por eso al hablar de una filosofía moral en término geométricos es un absurdo, el verdadero elemento de la naturaleza humana es la contradicción, es por ello que solo mediante la religión podemos acercarnos a la naturaleza del hombre. Solo la religión nos revela hechos que no pueden ser explicados de manera racional; la religión es como una lógica del absurdo.
Si hay algo en común entre la metafísica y la religión es el tema de que ambos conciben al universo como un orden jerárquico en el que el hombre ocupa un lugar supremo y de que existe una providencia general que gobierna el mundo y el destino del hombre. 
El ser humano desde que hace filosofía ha pretendido ser el centro del universo, propende siempre a considerar el estrecho horizonte en el que vive como el centro del universo y a convertir su vida particular y privada en pauta del universo, es Montaigne quien mediante su teoría filosófica baja al hombre de esa nube; la filosofía y ciencia moderna tienen que probar que la nueva cosmología no debilita la razón humana sino que la confirma. 
Giordano Bruno califica a lo infinito como la inmensurable e inagotable abundancia de la realidad y el poder ilimitado del intelecto humano, así interpreta la teoría de Copérnico: autoliberación del hombre, ya no vive en el mundo como prisionero encerrado entre las estrechas murallas de un universo físico finito. El universo infinito no pone límites a la razón humana, por el contrario, es un gran incentivo para ella. 
Posteriormente con Charles Darwin el pensamiento moderno se libera de la ilusión de las causas finales (Aristóteles) y se esfuerza por comprender la estructura de la naturaleza orgánica apelando a causas materiales: No existen especies separadas, no hay más que una corriente continua e ininterrumpida de vida. La teoría de la evolución ha destruido los límites arbitrarios entre las diversas formas de vida orgánica.
A partir de ese momento la filosofía moderna gira hacia un gran cambio, en donde se tiene que demostrar que la vida cultural del hombre también se reduce a un pequeño número de causas generales, las mismas que para los fenómenos físicos que para los llamados espirituales.
Tenemos que encontrar en la complicada madeja de la vida humana la oculta fuerza motriz que pone en movimiento todo el mecanismo de nuestro pensamiento y voluntad. 

LA VIDA ES UN FUGAZ MOMENTO PRESENTE, PERDIDO PARA SIEMPRE.

La obra fundamental de Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación,  escrita cuando el autor contaba veintitantos años, fue publi...